Viajar a Marruecos es viajar a África. Para muchos, poner los pies aquí, al norte del continente, tiene un significado que va más allá de sólo visitar un nuevo país. Es estrenar continente. África, el continente soñado, el de los grandes exploradores, el de las aventuras entre animales y culturas desconocidas. Marruecos es hacer realidad el imaginario común de los cuentos de las mil y una noches. Y es también el paso más cercano del sueño africano. Escuchar el clásico Jammu Africa de Ismael Lo mientras viajas, u otras músicas africanas, para siempre te hará recordar la sensación. Adoramos la música del desierto.
Marruecos es África
Existe un suplemento de prensa que se titula «África no es un país». Y es así. Está formada por muchísimos, cada uno con su identidad particular. Pero el halo que los impregna a todos es fuerte. Difícil de quitar para el viajero que se aproxima de lejos y por poco tiempo. El que se queda, va conociendo más y más sus maravillosas diferencias. Marruecos es, en cierta manera, una forma de África, una de tantas en las que se presenta. Una de sus joyas.
Así que este África marroquí, es un tanto diferente. Más europea, más bereber y también árabe. Es más exótica, y a veces más fácil. Marruecos es magnífico y tranquilo, habitable, más confortable en general que el África de las expediciones en la sabana o la jungla que conocimos por las películas de aventuras. Y está bien, a medio camino entre la comodidad europea y la falta africana de ella que tanto fascina las primeras veces que uno viaja allí.
Es un gradiente más de la abundancia de sensaciones que te proporciona África. Y es que al norte rezuma aún el aire europeo que dejó su historia y que contagia la proximidad. En cambio al sur se escuchan los tambores, y la música de su tam-tam te acerca en sus mágicas noches estrelladas al África más ancestral.
Marruecos
Belleza, aventura y magia se presentan en un viaje a Marruecos. La belleza de la naturaleza y la magia y aventura que supone adentrarse en un país que propone multitud de experiencias: Celebrar la cálida acogida de las gentes y conocer la cultura que las conforman. Visitar los poblados aislados en medio de las montañas o recorrer con 4×4 por pistas infinitas las zonas desérticas. También es zambullirse en el abigarramiento y el barullo de las grandes urbes como Marrakech y Casablanca, cuando uno se ve rodeado del aparente caos de sus motos y sus coches. O hacer windsurf en sus playas atlánticas y volar en globo sobre las dunas.
Porque Marruecos es exponente del continente en sentir con los cinco sentidos: Es el ruido de las charlas y las risas, el calor que te abraza la piel, y los colores por todas partes. Es también los sabores de sus cocinas y sus olores.
El poder de reconnexión
Y África es desconnexión. O quizás deberíamos decir reconnexión con uno mismo, con lo básico, con lo esencial. Y de esta maravillosa simplicidad también está provista Marruecos: en el hacer sencillo de sus gentes, en la abundancia del que no tiene mucho, en su generosidad. En la nada del desierto en el que uno no puede más que encontrarse a sí mismo. El que se identifica ya para siempre con esta luz diferente, de Marruecos y de África. Y comprende que viajar a Marruecos es viajar a África.
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